‘Sepulcros blanqueados’

Jesus Oliver-Bonjoch

Jesús de Nazaret los denominaba ‘sepulcros blanqueados’. Hacía siglos, milenios, que algunos hombres se habían autoproclamado ‘funcionarios de los dioses’, para secuestrar el anhelo de trascendencia de los seres humanos y encerrarlo en un laberinto de normas y rituales que les otorgaban un poder prácticamente ilimitado sobre sus pueblos. Jesús hizo un retrato exacto de estos funcionarios sagrados en el Templo de Jerusalén, que hacían ostentación del cumplimiento escrupuloso de las normas y los rituales fosilizados por sus antecesores, para disfrazar sus corazones petrificados por la carencia de amor y de vida espiritual. 

Creo que Jesús consagró su vida a abrir los ojos de su gente y liberarlos de la tiranía del Sanedrín, a enseñarlos(nos) a ser libres y a buscar un camino luminoso de salida de aquella prisión de ‘verdades’ incuestionables, para encontrar en el Amor el único método posible para crecer y trascender. Y murió, inevitablemente, a manos de aquellos que se sintieron amenazados por sus palabras, porque hacían peligrar sus estatus y privilegios.

Por eso, estremece ver como el mensaje liberador de Jesús ha sido traicionado y secuestrado tantísimas veces, a lo largo de los siglos hasta el día de hoy, por personajes oscuros que, incomprensiblemente, han sido capaces de construir, una y otra vez, un nuevo laberinto de normas y rituales en los que querrían encerrarnos a todos. Todas las generaciones han producido y producen individuos con vocación de inquisidores, que se sienten cómodos en la oscuridad de sus sepulcros intelectuales porque desconocen qué es amar, y se juntan para censurar, condenar e, incluso, agredir a todos los que no no-sentimos como ellos y, por lo tanto, tampoco podemos pensar como ellos.

Felices, pues, estos tiempos, los nuestros, y esta tierra, nuestra Europa, donde no hay lugar para los inquisidores, aunque desde sus escondrijos virtuales siguen haciendo todo el mal que pueden. Contra ellos, nada mejor ni más eficaz que unas palabras del apóstol Pablo que, precisamente, ellos son incapaces de entender:


Tener amor es saber soportar, ser bondadoso;
es no tener envidia, no ser presumido, orgulloso, grosero o egoísta;
es no enojarse ni guardar rencor;
es no alegrarse de las injusticias, sino de la verdad. 
Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo, soportarlo todo. 
(1 Corintios 13,4-7)

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