Palabras de Thich Nhat Hanh


Un buen teólogo es alguien que no dice casi nada sobre Dios, aunque la palabra ‘teología’ significa ‘discurso sobre Dios’. Resulta bastante arriesgado hablar sobre Dios. La noción de Dios puede ser un obstáculo que nos impida experimentar a Dios como amor, sabiduría y atención vigilante. Buda fue muy claro al respecto. Dijo: “Me dices que estás enamorado de una hermosa mujer, pero cuando te pregunto: ¿De qué color son sus ojos?, ¿Cuál es su nombre?, ¿De qué ciudad es?, no puedes responderme. No creo que estés realmente enamorado de algo real”. La noción sobre Dios puede ser tan vaga como eso, no teniendo nada que ver con la realidad. Buda no estaba contra Dios, sólo se manifestó en contra de las nociones acerca de Dios que son meras construcciones mentales que no corresponden a la realidad, nociones que nos impiden desarrollarnos a nosotros mismos y entrar en contacto con la realidad esencial. Por ello creo que es más adecuado acercarse a Dios a través del Espíritu Santo que a través de la puerta de la teología. Podemos identificar al Espíritu Santo donde quiera que manifieste su presencia. Siempre que vemos a alguien lleno de amor, compasivo, consciente, cariñoso y comprensivo sabemos que el Espíritu Santo está ahí.


Budistas y cristianos saben que el Nirvana o el Reino de Dios están en sus corazones. Los sutras budistas hablan de la naturaleza búdica como la semilla de iluminación que ya está en la consciencia de todos. Los Evangelios hablan del Reino de Dios como la semilla de mostaza plantada en el campo de la consciencia. Las prácticas de la oración y de la meditación nos ayudan a entrar en contacto con las semillas más valiosas que se encuentran en nuestro interior, y nos relacionan con el terreno de nuestro ser. Los budistas consideran el nirvana, o la dimensión esencial de la realidad, como el terreno del ser. La mente original, según el budismo, siempre brilla. Las aflicciones como la avaricia, el odio, la duda, el miedo y la inconsciencia son las que obstaculizan la luz, por lo que la práctica consiste en apartar estos cinco impedimentos. La transformación tiene lugar cuando la energía de la atención vigilante está presente. Cuando la energía del Espíritu Santo está en nuestro interior, son posibles la comprensión, el amor, la paz y la estabilidad. Dios está en el interior. Somos o no somos, pero Dios está en nosotros. Eso es interser. Esto es ausencia de sí-mismo.

Pero me temo que muchos cristianos y muchos budistas no practican, o, si lo hacen, practican sólo cuando se encuentran en situaciones de dificultad para, una vez superadas, olvidar la práctica. O puede que su práctica sea superficial. Ayudan a iglesias y templos, organizan ceremonias, convierten a gente, realizan obras de caridad o de ayuda social, o bien toman un ministerio apostólico, pero no practican la atención vigilante ni rezan mientras actúan. Puede que dediquen una hora al día a los cantos y liturgias, pero al cabo de poco tiempo, la práctica se seca y automatiza y no saben cómo renovarla. Puede que crean que están sirviendo a Buda, al Dharma o al Sangha, o bien sirviendo a la Santísima Trinidad o a la Iglesia, pero su práctica no entra en contacto con el Buda viviente ni con el Cristo viviente. Al mismo tiempo, estos hombres y mujeres no dudan en alinearse con aquellos que ejercen el poder, a fin de reforzar la posición de sus iglesias o comunidades. Creen que el poder político es necesario para el bienestar de su iglesia o su comunidad. Construyen un sí-mismo en lugar de abandonar las ideas sobre el sí-mismo. Después consideran a este sí-mismo como a la verdad absoluta y rechazan a todas las demás tradiciones espirituales tachándolas de falsas. Se trata de una actitud muy peligrosa; siempre conduce a conflictos y guerras. Su naturaleza es la intolerancia.


Thich Nhat Hanh, (1996) Buda viviente, Cristo viviente, Barcelona: Kairós (p. 133 y 145-147). 

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