El monje y la psicoanalista

Teresa Costa-Gramunt

A manera de diálogo, recurso literario en el cual Platón era excelente, en El monje y la psicoanalista (Fragmenta Editorial), la psicoanalista y pensadora parisina Marie Balmary nos ofrece una narración en la que se establece una conversación de alto nivel filosófico y espiritual entre Simón, un personaje que recrea el monje Marc-François Lacan, hermano de Jacques Lacan, y Ruth, una psicoanalista (alter ego de Balmary) que se está recuperando de una enfermedad que la ha llevado a los bordes de la muerte, un momento de crisis vital que le hace repensar la vida entera.

Los encuentros que propician este diálogo parten de una premisa, como escribe Balmary: “Todo me separa de un monje católico. Yo no creo en Dios, y él probablemente no cree en el inconsciente. Para él, la verdad es divina, se ha manifestado en los humanos e incluso se ha encarnado en un hombre. Para mí, la verdad es humana, permanece oculta y no nos llega si no es a través de lo que no sabemos. Para él la palabra viene de fuera; para mí, de dentro...”

Pero a medida que avanza el libro, los lectores observan que a través de una serie de diálogos sinceros que intentan ir al corazón de la realidad, la supuesta separación intelectual y anímica entre un monje católico, creyente y muy culto, y una psicoanalista judía, con mente racional, científica y atea, no es tanta, y en algunos momentos incluso es inexistente. Y es que, simplificando, eso que llamamos la verdad es divina y es humana vez, así como la palabra nos llega de fuera y de dentro al mismo tiempo.

Esta polarización entre lo divino y lo humano, o lo que está fuera o adentro, o entre el cuerpo y el alma, es una construcción cultural. La división entre alma y cuerpo, que para los antiguos no era tal, con san Pablo los cristianos la tomaron de los griegos. Jesús no era un teólogo, y, por tanto, no hablaba de forma filosófica sino que se expresaba con parábolas, es decir, utilizaba el lenguaje simbólico. De ahí que su doctrina no pueda ser tomada ni literalmente ni pueda ser comprendida sólo con la razón. Esta disputa ya la tuvo dentro de sí mismo aquel gran sabio que fue Ramon Llull, que, siendo un místico, también quería demostrar la existencia de Dios con razonamientos científicos.


Es en el ámbito de lo simbólico donde se encuentra la rendija por donde fluye la verdad de la existencia, que es una, aunque nuestra mente occidental esté acostumbrada a percibirla dual o separada. Tomás de Aquino adoptó la creencia aristotélica de que también las plantas y los animales tenían alma y de ahí creencias posteriores como que los humanos tenemos un alma en tres estadios: vegetal, animal y racional. Después de la revolución científica del siglo XVII, la concepción de un alma racional propició en algunos filósofos la eliminación discreta pero efectiva, de la palabra alma en este conjunto, y promocionó en su lugar la idea de que la facultad humana más elevada es meramente racional. A partir de la Ilustración se envía el alma al infierno, es decir, se la niega, y negando el alma espiritual se niega totalmente esta dimensión, y con ella, a Dios.

Pero la mente occidental, ni ahora ni en el pasado, no es un bloque estático. Algunas personalidades relevantes del Renacimiento, del Romanticismo, del Modernismo y hasta ahora (pongo como ejemplo René Guénon), han reivindicado la facultad de la imaginación y del pensamiento simbólico a la hora de concebir y de interpretar la realidad, ligada al saber tradicional o sabiduría perenne. Aunque minoritaria, pervive una concepción del mundo que engloba la dimensión corporal y espiritual de la persona, así como contempla el consciente y el inconsciente de su psique, ámbitos que justamente trabaja el psicoanálisis, que cura a través de la palabra. Por este motivo el diálogo entre el monje y la psicoanalista resulta salvador, entre otras razones porque la palabra va de un lado a otro, el yo encuentra eco en el tú y se establece una comunidad el hilo conductor de la cual es la fuerza del espíritu que los une.

Fotografía de la película Des hommes et des dieux ('De dioses y hombres') del director Xavier Beauvois (2010).

* Versió en català

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