El cultivo del amor incondicional

Salvador Guasch

De la misma manera que, para sobrevivir, dependemos del calor del sol, también dependemos, para florecer, del amor incondicional, esa cualidad amorosa que se experimenta con todo nuestro ser, un amor que carece de opuestos y de intenciones ocultas, un amor en el que no cabe la dicotomía del amor-odio.

En el amor ordinario, cuando cambia el aspecto de la persona amada, a veces o a menudo dejamos simplemente de amarla. También podemos dejar de amar cuando lo que cambia no es la otra persona, sino nuestros gustos o nuestros caprichos. Amamos cuando las cosas son fáciles y sencillas pero, cuando cambia el viento y aparecen nuevas dificultades, no es extraño que pasemos a odiar, olvidar o despreciar. Pensemos en aquellas parejas que supuestamente se querían, se casaron y tuvieron hijos, que ella, los hijos y él mismo más tarde desaparecen por medio del homicidio y del suicidio. Ni el homicida amaba a los demás ni a sí mismo. Del amor se pasó al odio. De la vida a la muerte.

Por el contrario, el amor incondicional es un tipo de amor cuidadoso y amable que brota de la generosidad y no busca el beneficio propio. Es un tipo de amor que no busca nada a cambio como sucede cuando uno piensa “te amaré si me amas” o “te amaré si te comportas” de determinado modo. El cultivo del amor incondicional consiste simplemente en permitir el florecimiento y desarrollo de nuestra generosidad innata. El amor incondicional es como el azúcar de la infancia que nos ayuda a superar los tragos amargos que nos depara la vida, es una facultad que se oculta detrás de la avidez, el odio y la ignorancia y se cultiva mediante la sabiduría y la atención plena. Cuando el ego desaparece, el amor incondicional brota de manera natural. No establece distinciones entre los seres, sino que los abraza a todos por igual. Nadie queda fuera de su alcance.

El amor incondicional nos permite experimentar la interconexión que nos une a todos los seres. Somos conscientes de que lo que deseamos para nosotros, la paz, la felicidad y la alegría, también sabemos que todos los seres anhelan esas mismas cualidades. El amor incondicional irradia por doquier el deseo que todos los seres disfruten de una vida cómoda, armoniosa, respetuosa y abundante.

La tensión, la rigidez, la ansiedad, las preocupaciones y los miedos entorpecen el florecimiento natural de nuestro amor sin condiciones. Un estado mental pacífico nos ayuda a olvidar las diferencias que nos separan de los demás y a perdonar sus faltas, debilidades y ofensas. En ausencia de obstáculos, el amor incondicional brota naturalmente de nuestro interior.

La cultura y las experiencias a las que nos hemos visto sometidos han condicionado nuestra mente y generando prejuicios que acaban sofocando nuestro amor incondicional. En medio de toda esta maraña de pensamientos confusos asoma la idea de la interconexión cordial y amorosa que nos une a los demás. Lo que nuestra mente quiere decir cuando afirmamos que amamos a alguien es una emoción condicionada por la conducta o las cualidades de esa persona. ¿Podemos amar a alguien cuando las cosas van bien y despreciarlo cuando van mal? El amor incondicional nos motiva a relacionarnos amablemente en todo momento con todos los seres y a mostrarnos respetuosos tanto en su presencia como en su ausencia. El amor incondicional maduro abraza por igual y sin excepción el universo entero. El amor incondicional carece de fronteras y de límites.


Estos son los pensamientos que nos transmite Bhante Henepola en su libro El cultivo del amor incondicional (Kairós 2017). Son muy interesantes los 20 capítulos que desarrollan con detalle el tesoro del amor incondicional, y nos invita a explorar en su libro los extraordinarios beneficios de vivir ese amor. A través de anécdotas, meditaciones y comentarios sobre los textos clásicos del Buda podemos aprender a cultivar la paz con nosotros mismos y con los demás seres humanos. Nos descubre como encontrar la claridad emocional, superar la ira y serenar la mente. 

En nuestros planos político-geográficos tenemos líneas de nuestras fronteras que nos marcan la diferencia entre el inmigrante y el que no lo es. A veces por su color y por su olor les discriminamos con un amor muy condicionado por nuestros gustos.

La ausencia de amor incondicional puede explicar tantas separaciones de parejas que se amaron y más tarde se odiaron. Mas que violencia de género son las crisis de pareja y crisis de familia que no saben ni han experimentado nunca lo que es el amor incondicional que merece cualquier criatura.

“Que todo lo que vea, oiga, huela, guste, toque y piense me ayude a cultivar el amor incondicional, la compasión, la alegría empática, la ecuanimidad, la generosidad y la amabilidad.”

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